Jamás hubiera corrido enfermo… o tan enfermo.
Corro porque me gusta y porque al hacerlo me siento bien. Lo disfruto. Impensable salir al asfalto para cubrir 42 kilómetros con alguna molestia, de cualquier tipo.
Al llegar el viernes a Las Vegas y sentir que no hacía el frío que suele aquejar en esta época del año a esta ciudad, mis esperanzas de correr el domingo aumentaron.
Si bien tenía el visto bueno del médico para el maratón, jamás lo hubiera hecho si no me sintiera físicamente bien.
En la carrera tuve un par, quizá tres, ataques de tos. Nada grave, pero lo suficiente para que los fotógrafos captaran uno de los escasos minutos que corrí con las manos en la boca.